Dominar el agua ha sido siempre uno de los objetivos básicos del hombre para garantizar su supervivencia. A pesar de la dificultad por controlar y administrar un bien escaso, y la desigualdad reinante según el punto del planeta donde pongamos la lupa, es de sobra conocida la importancia de este «oro líquido» para el desarrollo de las civilizaciones.
Pancracio Celdrán en «El Gran Libro de la Historia de las Cosas» (La esfera de los libros, 1995) alude a su preciada búsqueda del agua como mecanismo vital del progreso. «La civilización se desarrolló con mayor facilidad en aquellos lugares donde la agricultura tenía mayores dificultades de prosperar. Este condicionante aguzaría el ingenio, traduciéndose todo ello en una variedad de inventos relacionados con la conducción del agua para el riego»
Los antecesores de la manguera datan de hace bastante tiempo, aunque la manguera en si, es un invento relativamente nuevo, pero para ponernos un poco en situación, podemos hablar
que antes de que existiesen las mangueras, las civilizaciones sólo tenían la posibilidad de transportar agua, mediante cubos, tinajas, toneles y similares; canales excavados en la tierra, y con la llegada de la civilización romana, mediante sus famosos acueductos. Ni que decir tiene lo limitado de estos sistemas tan rígidos.
Las primeras manguera de que se tiene noticia eran cañas interconectadas (mas que mangueras, podríamos definirlo como tuberías), que se empleaban para la conducción del agua a las terrazas cultivadas del Asia Menor hace miles de años. Pero aquel material presentaba el problema serio de su rigidez, que hacía que se rompieran con facilidad. Así pues, la manguera no podía concebirse sin un material flexible.
Así pues la primera manguera flexible, la inventó y utilizó por primera vez el jefe de bomberos holandés Jan van der Heyden de Amsterdam en 1673, fabricada en cuero y extremos acoplados en bronce. Fue también el inventor, junto con su hermano, Nicolaes (ingeniero hidráulico) del primer coche de bomberos y perfeccionando la máquina de bombeo, editó el “Brandspuiten-boek”, un libro sobre el equipamiento de lucha contra el fuego ilustrado con sus propios grabados que fue publicado en 1690. Fue el, quien revolucionó las técnicas contraincendios, su técnica y equipo que han sido, desde la fecha de su desarrollo, la piedra angular de todo Cuerpo de Bomberos en el mundo entero. El invento de las mangueras puso fin a la época de los cubos de cuero. Ya no había necesidad de exponer las vidas de los bomberos, así como el equipo, ya que con el nuevo sistema de mangueras, las máquinas podía colocarse a mayor distancia del edificio incendiado y evitar así que bomberos y equipo fueran víctimas de las llamas. Fué este el comienzo del sistema de atacar el incendio en su base
Las mangueras de goma no aparecieron hasta 1835, aunque dicho material se había descubierto varios siglos antes, por Pedro Mártir de Anglería, el capellán de los Reyes Católicos. El fue el primero en describir el nuevo producto recién llegado de las Indias Occidentales. En su obra De Orbe Novo, habla de un juego que practicaban los indios aztecas, en el que una especie de pelota es lanzada de un lado a otro; esa pelota estaba hecha de cierta resina de árbol, por lo que al caer al suelo, rebotaba.
La manguera de este «nuevo» material proporcionaba mayor flexibilidad que la de cuero y la posibilidad de enrollarla, lo que causó tal sensación que un anuncio de la época hablaba de ella como “la cosa más extraordinaria que se ha visto”.
Cinco años antes, en 1830, esta materia prima había entrado a formar parte de la ropa interior de las señoras, según se lee en un noticiero de la época, donde se dice: «…se ha visto estos días en París un sujetador elástico a base de sustancia vegetal que sustituye al alambre; no corta ni hiere la delicada zona de su vecindad». Sin embargo, y aunque la goma había llegado a Europa procedente del Perú, en 1736, fue básicamente utilizada como borrador, su empleo como manguera de riego tardaría en llegar. Fue en la primera mitad del siglo XIX. En 1848, Monsieur Combaz creó un sistema ingenioso que permitía regar a modo de lluvia artificial si se hacía con arte: era la manguera. El agua se dejaba caer desde lo alto para evitar que su golpe directo perjudicara a las plantas más delicadas del jardín. En 1850 ya se hacían mangueras de gutapercha, que sustituían a la regadera y al carro de riego tirado por asno.
Y en 1914 surgió la primera manguera de goma sintética, un material increíblemente flexible. Todos se hicieron eco del nuevo invento, y del polifacetismo del nuevo material, que se empleaba para hacer mangueras flexibles, sostenes de señora, calzado de caballero, aislantes eléctricos e incluso anticonceptivos. Atento a esto último, un humorista comentaba, en 1930, con tono sarcástico: «Todo se puede hacer con la goma sintética…, menos los hijos.. » No faltó quien le sacó más punta y partido a las posibilidades metafóricas de la manguera y el preservativo… .
Con la llegada de la industria química, con los grandes descubrimientos y diferentes combinaciones de elastómeros, termoplásticos, termoestables, fibras, etc, cuando podemos hablar de la verdadera evolución de la manguera para un sinfín de aplicaciones diferentes.